Es oficial: Me estoy poniendo como una vaca. Que si, que con 26 + 2 semanas de embarazo, una ya empieza a estar relativamente grande, pero en mi caso no es un tema de tripa. Es un tema de culo y piernas. Es un tema de brazos. Es tener la cara como un pan. Es tener una depre de caballo cada vez que me miro en un espejo, ya no hablemos de una foto.
No os sorprenderé si os digo que yo estaba firmemente dispuesta a tener un embarazo de esos en los que solo se engorda de tripa, o ya que estamos, uno de esos en los que hasta se adelgaza. Por pedir, que no quede, no? Que tras haber vomitado todo lo vomitable, digo yo que me lo merecía. Pero ya sabemos que mis expectativas y yo vamos por caminos muy diferentes, y como casi todo en este embarazo, el tema del peso ha sido una de "no querías? Pues toma 2 tazas".
Hasta navidades la cosa más o menos funcionaba, hasta el punto que yo me llegué a autoconvencer de que, de hecho, estaba algo menos hinchada, algo menos fofa, quien sabe, a lo mejor estaba hasta adelgazando.... Y Tarek, ese santo varón que me soporta y me aguanta las neuras, me lo confirmaba continuamente: Que si mi vida, que tu estás estupenda, que estás guapísima, que no estás gorda... Lo dicho, paciencia infinita.
El discurso le duró hasta que conocí a mi matrona, encima en plenas navidades. La mujer en un principio parecía maja, muy buen rollo, muy proparto natural y lactancia materna, nos vamos a llevar bien.... Hasta que llegamos al momento báscula:
"Si bueno, yo se que he cogido mucho peso, pero desde que llegué a España creo que ya no tanto. De hecho hasta creo que yo misma he bajado. Es decir, habré subido de peso porque el lechón este crece, pero yo creo que incluso he bajado" La matrona me mira con los ojos como platos, la boca medio abierta y cara de pasmo. "Bonita, TU estás engordando". Todo mi autoconvencimiento, a la basura con una sola frase. Y lo peor es que la maldita báscula le da la razón. Veredicto: Vuelve en 2 semanas para ponerte a dieta.
Prometo que volví 2 semanas después con toda la buena disposición del mundo. Que a mi hacer dieta me pone de muy mal humor, pero oye, todo sea por no salir rodando del hospital cuando PF se decida a salir. La buena disposición me duró hasta que escuché que tenía que ponerme las raciones en platos de postre. Si claro, díselo eso a PF y verás donde me manda. Que otra cosa no, pero hambre, tengo toda la del mundo.
Había que reconocerle a la señora que parte de razón tenía, y algunos consejos sobre como sustituir algunas cosas por otras que engordaban algo menos, pues obviamente los acepto de buen grado. Pero eso de que una comida son 60 gr de pasta, lo siento pero no. En ese caso, a la media hora estaría comiéndome la pared. Intenté negociar, explicar mi situación, incluso con datos objetivos: "Al principio del embarazo engordé muy rápido, porque claro, hay que tener en cuenta las circunstancias: Que yo me quedé embarazada en plena 2º revolución egipcia y claro, el estrés, el toque de queda y esas cosas que te encadenan al sofá.... Luego llegué a España y dejé de fumar, y oye, esto también añade kilos, que la última vez engordé 8..." Mirada gélida por parte de la matrona: "No busques excusas". Vale, jo.
Y así pasé una semana con remordimiento de conciencia cada vez que comía algo fuera de un plato de postre. Hasta que tuve cita con mi nueva ginecóloga. Y me dijo que me dejara de chorradas, que bastante estrés he tenido ya. Y me dio la razón respecto a lo del toque de queda y el dejar de fumar. Que mientras que comiera sano, engordara lo que tuviera que engordar. Y yo volví a respirar tranquila. Dejemos eso de adelgazar para cuando tenga a PF en mis brazos, y crucemos los dedos para que la lactancia ayude.
Se me acaba de ver el plumero, no? Estoy poniendo mis esperanzas en que la lactancia me salve. Y precisamente por eso, me voy mentalizando de que no va a ser así. Porque mi vida, Murphy y el maldito Karma, son así. Por tanto, a día de hoy, cerca de terminar el segundo trimestre de embarazo y todavía en cierta posesión de mis facultades mentales, pongo por escrito que:
1. Antes de que acabe 2014 yo tengo que volver a meterme en mis vaqueros (que si, que estamos en Enero, pero PF no desaloja hasta mayo)
2. Aprovechando la afición de señor marido por la ensalada y la fruta, no perderé los buenos hábitos una vez me den el carnet de madre.
3. Para ahorrarme broncas con el susodicho, que le está cogiendo afición a mis curvas, estableceré mi meta con una calculadora de peso ideal, que dice que yo estoy estupenda cuando peso 57 kilos, no muy lejos de lo que pesaba antes de quedarme embarazada. Así ya no seré una loca que quiere estar demasiado delgada, o que ve grasa donde no la hay, porque la calculadora me dará la razón. La cantidad de broncas maritales que me voy a ahorrar...
4. Empezaré desde YA a innovar en la cocina. Que a la derecha de la calculadora hay un recetario sano estupendo, con muy buenas ideas, y una receta de lentejas SIN cerdo que me acaba de hacer muy feliz. Esta semana empiezo.
Decidme por favor que estas metas se pueden conseguir con un bebé en brazos, aunque sea mentira....