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De violencia obstétrica, la revolución de las rosas, y un poco de frustración.

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Ayer fue el día internacional contra la violencia de género, y también el día contra la violencia obstétrica. El día de la revolución de las rosas, un día dedicado a todas aquellas mujeres que en su día fueron víctimas de la violencia en sus partos. 

Para mucha gente esto de la violencia obstétrica es una chorrada que se han inventado 4 hippies. Los señores ginecólogos nunca se equivocan, siempre están actualizadísimos, son amables y respetuosos y las mujeres tenemos que callarnos y dejarnos hacer. Eso de parir sin epidural es una locura y un atraso, y en el embarazo lo mejor es no leer, no escuchar otras experiencias, no vaya a ser que "la madre se asuste". Las que piden un parto natural (que todavía hay gente que se cree que eso es parir en la naturaleza) están jugando con la salud de sus hijos. 

Pues bien, yo a esa gente le digo que todavía no se han enterado de qué va el cuento. 

Que en España, en pleno 2014, las recomendaciones de la OMS en cuanto al parto normal (de 1986) no se cumplen. 

Que el ministerio de Sanidad sacó en 2007 una guía de atención al parto normal y 7 años después la mayoría de los hospitales siguen sin aplicarla. 

Que existe una ley de autonomía del paciente que obliga a que se nos informe de lo que se nos va a hacer y que tenemos que dar nuestro consentimiento. 

Que la mayoría de las mujeres que luchamos por un parto natural no estamos pidiendo ni más ni menos que eso, que se cumpla la evidencia científica y se respete la ley. Que de lo contrario, será el ginecólogo quien tendrá que explicarme a mi en que se basa para actuar de otra manera. 

Que esto no va ni de parir debajo de un árbol, ni de epidural o no epidural, ni de ir de hippie. Va de ciencia, de evidencia y de estudios. Va de no salir con secuelas, temporales o permanentes. Va de no poner en riesgo ni nuestra salud ni la de nuestros hijos. No va de ir de valientes, va de tener miedo, mucho miedo, a que alguien haga algo "porque siempre se ha hecho así" y una mujer o su hijo tengan que pagar las consecuencias el resto de su vida. 

Y quien crea que esto es una peli de ciencia ficción, le invito a sentarse y escuchar. Porque yo, todos los meses en las reuniones de EPEN sigo escuchando a mujeres que cuentan auténticas historias de terror sobre sus partos. Y otras mujeres que llegan inseguras, a veces asustadas, sintiéndose bichos raros y preguntándose si tienen derecho a querer otra cosa. A pedir únicamente eso que la OMS y el Ministerio de Sanidad consideran una atención normal. 

Lo que peor llevo de esta historia es tener que callar. Cuando me cruzo con una embarazada que me cuenta como le va, que dudosa comenta que no le tratan muy bien y que no sabe porqué le hacen ciertas cosas, pero que da igual, que está bien así. Porque en ocasiones lo veo venir, veo que, confiando en la profesionalidad de quien le atiende, se está metiendo en la boca del lobo. Que si tiene suerte todo irá bien. Si no tiene tanta, a lo mejor no tenga un recuerdo fantástico pero no sea un desastre. Y que si no, puede que salga con secuelas. Y mientras, estoy ahí, sonríendo y dándole ánimos, callada porque "a una embarazada no se le puede asustar". No me hace eso un poco cómplice?

Se que una mujer puede no querer lo mismo que yo en su parto, faltaría más. Pero sigo pensando que las recomendaciones están ahí para algo y que eso es lo mínimo que habría que respetar. Y sobre todo, que sea la mujer la que elija, no un mero cuerpo al que le imponen qué hacer. 

Si me preguntan, les contaré que mi experiencia fue distinta. La mayoría de las veces me tomarán por una hippie loca que quiere parir debajo de un árbol. A lo mejor algún día alguna se planteará algo y mi experiencia le servirá, quien sabe. Mientras tanto, yo seguiré escuchando a otras mujeres, ayudando cuando me lo pidan, y sintiéndome fatal cuando vea que no puedo evitar el choque de trenes. Mientras tanto, una rosa por todas las que sufrieron por confiar en la persona que se supone tenía que cuidar de ellas, por las que lucharon y no pudieron, por las que pelean a diario por cambiar las cosas. Las mujeres del futuro os lo agradecerán. 

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